Llegar a La Peste fue un largo camino, porque las familias agrupadas en COFAVIC primero debieron lidiar con la negativa del Estado a reconocer que estaba enterrando allí, de forma clandestina, cuerpos de víctimas que recibieron disparos mortales de funcionarios de seguridad desde el 27 de febrero de ese año hasta bien entrado el mes de marzo.
Durante todo el resto del año 1989 y hasta el 26 de noviembre de 1990, COFAVIC no cesó de presionar a las autoridades para que les diese respuesta sobre el destino de sus seres queridos. Marchas, manifestaciones simbólicas, entrega de documentos, gestiones varias, fueron llevadas a cabo por las madres, padres, viudas, hermanas y parientes en general de quienes habían sufrido desaparición forzosa.
En abril, de 1990, por ejemplo, las mujeres de COFAVIC se encadenaron a las rejas del Palacio de Miraflores para que el Estado las oyera y atendiera sus reclamos. Finalmente, a principios de noviembre de 1990 la Fiscalía giró instrucciones al juez de la causa, y el juez a su vez emitió las órdenes a la administración del Cementerio General del Sur, las cuales, no se cumplieron.
Cuando las familias de COFAVIC llegaron al sector norte de la necrópolis se encontraron con que los obreros y sepultureros no habían desmalezado el lugar para realizar las exhumaciones y por ello, decidieron hacer la limpieza del lugar con sus propias manos. El 26 de noviembre de 1990 es un día de gran relevancia para reivindicar a las víctimas del Caracazo, pues se iniciaron las excavaciones con apoyo del EAAA (Equipo Argentino de Antropología Forense), especialistas en la identificación de restos.
Ante la falta de cooperación oficial, los familiares decidieron hacer guardias nocturnas en el sector de La Peste para cuidar que los cuerpos no fuesen profanados ni removidos de manera clandestina, y por ello instalaron unas carpas donde pernoctaban. Meses más tarde, las labores continuaban y ante las lluvias y complicaciones climáticas, algunos decidieron reunir fondos para construir una garita que protegiera mejor a quienes se quedaban cuidando el lugar. En 1990, muchos parientes decidieron pasar la Navidad y Año Nuevo en el lugar.