La lucha contra la impunidad desde el protagonismo de las víctimas
Diario Tal Cual. A pocos días de cumplirse 26 años de los sucesos de febrero y marzo de 1989, conocidos como “El Caracazo”, es preciso resaltar aquellos aprendizajes vinculados a la importancia del protagonismo que toman las víctimas en la exigencia de justicia, el establecimiento de la verdad y a favor de la reparación integral. Sin duda, las violaciones a los derechos humanos cometidas durante ese año 1989, dejaron heridas en nuestra sociedad que aún se mantienen abiertas y que no se pueden soslayar. Comprender esos hechos a partir de la memoria de las víctimas va más allá de debatir sobre las posibles causas sociales o económicas que originaron el llamado “Caracazo”, implica colocar en un primer nivel de apreciación el dolor, el daño causado a numerosas familias venezolanas, la violencia, la criminalización y llamar la atención sobre la escasa respuesta institucional que han recibido las víctimas.
Ante los crímenes cometidos durante el Caracazo, dos décadas después no hay ni una sola condena definitiva en contra de los responsables de aquellas violaciones a los derechos humanos, ni se han identificado plenamente los restos de los desaparecidos. Por tanto, el pasado y el presente se unen en una sola lectura: impunidad institucionalidad como un eje transversal que recorre 26 años de historia y a una sociedad.
En Venezuela existe un grave deterioro en la situación de los derechos humanos cuya mayor expresión es la violencia, y los destinatarios somos todos sin distinciones. En el país se vienen reduciendo de manera sustantiva la tutela de las víctimas. La reciente reforma del Código Orgánico Procesal Penal, limitó severamente a las ONG’s en sus tareas de acompañamiento y asistencia a las víctimas y la denuncia de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, marcó un lamentable retroceso, no solo para las garantías de derechos humanos, sino representa un mal precedente para las democracias en la región. Son altísimos los niveles de impunidad confirmados oficialmente, por lo que resulta urgente que el Estado aumente el nivel de interlocución con las ONG’s de derechos humanos y con los organismos internacionales de protección.
Frente a este escenario de injusticia y de dolor se levantan experiencias organizativas llenas de certezas. El Comité de Familiares de Víctimas de los Sucesos de Febrero y Marzo de 1989 (COFAVIC), se consolida en la lucha contra la impunidad como una organización no gubernamental de derechos humanos, comprometida con la formación de una sociedad más democrática y más justa. Nuestro enfoque se basa en el empoderamiento de las personas para que fortalezcan la defensa de sus derechos, ejerzan ciudadanía y promuevan acciones destinadas a transformar su entorno en procura de mejorar sus condiciones de vida.
La lucha contra la impunidad en Venezuela se ha convertido en una tarea obligada para madres y mujeres venezolanas, quienes día a día, acuden a las instancias de justicia clamando protección y respuestas judiciales efectivas. En 26 años hemos sido testigos y acompañantes de miles de familias que encuentran un sentido a sus exigencias a partir de los comités de víctimas. Hoy día en Venezuela existen agrupaciones de familiares de víctimas en los estados Aragua, Bolívar, Barinas, Distrito Capital, Guárico, Falcón, Lara, Miranda, Yaracuy, Sucre, Zulia. Comités que dedican innumerables esfuerzos en la promoción y protección de derechos humanos en sus regiones y que actualmente se enfrentan a nuevos obstáculos, ya no solo la impunidad en sus casos, sino numerosos impedimentos para legalizar a sus organizaciones o a la criminalización, impidiéndoseles el legítimo derecho de promover derechos, reconocido por Naciones Unidas.
Adicionalmente, son estas organizaciones emergentes, quienes resultan más vulnerables. Sus líderes suelen ser blanco de ataques y actos de hostigamientos y amenazas. Casos como el de la Familia Barrios en Aragua, Luis Uzcátegui en Falcón, Víctor Martínez y Mijaíl Martínez en Lara, son ejemplos de cómo una víctima convertida en defensor o defensora de derechos humanos, pasa a experimentar nuevas agresiones, sin que haya un reconocimiento por parte del Estado y la sociedad de su enorme contribución a la paz y a la democracia.
La lucha contra la impunidad en casos de violaciones a los derechos humanos en el mundo nos ha dejado grandes aprendizajes y uno muy importante es que mientras se mantengan las voces de las víctimas, no habrá discurso, ni orden alguna desde el poder, que silencie el dolor de quien exige el reconocimiento de su dignidad, convirtiéndose en ejemplo para generaciones.
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