El Holocausto nos recuerda que hay que romper el silencio y contrarrestar el odio y la discriminación
Cada 27 de enero, la Unesco convoca a recordar a las víctimas del Holocausto y António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, cree que sería un peligroso error pensar que el Holocausto fue un simple producto de la locura de un grupo de criminales nazis. Más bien todo lo contrario, el Holocausto fue la culminación de milenios de odio, culpabilización y discriminación.
Esa es la verdadera lección que se debe aprender de la persecución y el asesinato sistemático, burocráticamente organizado y auspiciado por el Estado de seis millones de judíos y de otros grupos considerados con “inferioridad racial”: los romaníes (gitanos), los discapacitados y algunos pueblos eslavos (polacos y rusos, entre otros), presos políticos, comunistas, socialistas, los testigos de Jehová y los homosexuales, por parte del régimen nazi y sus colaboradores.
En efecto, en febrero de 2006 el canadiense Paul E. Marek, nieto de Checoslovacos que huyeron de su país antes de la invasión nazi, publicó un artículo titulado “¿Por qué la mayoría pacífica es irrelevante? Allí refirió que llegó a conocer una familia que partencia a la aristocracia alemana antes de la Segunda Guerra Mundial, que poseían industrias y fincas, y a quienes en una ocasión les preguntó cuántos alemanes eran verdaderos nazis. La respuesta dada fue: “Muy pocas personas eran nazis en verdad, pero muchos disfrutaban de la devolución del orgullo alemán, y muchos más estaban demasiado ocupados para preocuparse. Yo era uno de los que sólo pensaba que los nazis eran un montón de tontos… Así, la mayoría simplemente se sentó a dejar que todo sucediera. Luego, antes de que nos diéramos cuenta, los nazis eran dueños de nosotros, se había perdido el control y el fin del mundo había llegado. Mi familia perdió todo. Terminé en un campo de concentración”.
Aún después de esta reflexión y de millones de víctimas que dejó el Holocausto, pareciera que una mayoría pacífica, la “mayoría silenciosa”, ha sido intimidada por una minoría fanática durante muchos años.
De allí la importancia de mantener presente las lecciones de cada tiranía o forma de gobierno en la que el gobernante tiene un poder total o absoluto, no limitado por unas leyes, especialmente cuando lo obtiene por medios ilícitos, y abusa de él.
Irina Bokova, directora general de la Unesco entre 2009 y 2017, señaló durante un discurso en memoria del Holocausto que la historia de ese genocidio, perpetrado durante la Segunda Guerra Mundial, no pertenece solamente al pasado. Es una historia viva, que nos concierne a todos, cualesquiera que sean nuestras distintas procedencias, culturas o religiones[1].
Recordó con tristeza que después del Holocausto judío se han producido otros genocidios, en varios continentes y se preguntó ¿cómo el ser humano puede extraer mejores enseñanzas del pasado? “La barbarie cometida por el régimen nazi no fue sólo contra 20 millones de personas, fue un crimen contra la humanidad entera; por lo tanto, los testimonios de las víctimas nos dejan lecciones para ser compartidas y aprendidas por todos”[2].
De hecho, después de los crímenes perpetrados por el régimen nazi, fueron creados diferentes organismos internacionales destinados a salvaguardar la vida, la justicia y la dignidad del ser humano; entre ellas, la CorteIDH, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Penal Internacional; también surgió un nuevo enfoque en los códigos de ética médica, la acuñación, entre otros, de los conceptos “crimen de guerra” y “crimen de lesa humanidad” en el Derecho Penal Internacional y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como permitió el desarrollo posterior del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, hoy por hoy consolidado en el cuerpo jurídico internacional.
Este hecho histórico también dejó en evidencia que el ser humano es capaz de cometer los peores crímenes, y que en los seres humanos está la semilla del bien y del mal. Y para evitar que el mal, el odio y la discriminación se propaguen y germinen, es responsabilidad de todos como individuos, pero en especial de las autoridades gubernamentales, líderes políticos, sociales, religiosos, formadores de opinión, universidades, escuelas, centros culturales profesores, y toda la sociedad civil impulsar y apoyar proyectos educativos que ayuden a cumplir este objetivo y pueda consolidarse una sociedad basada en los valores democráticos.
Bokova está convencida de que la historia de los sobrevivientes de los diferentes genocidios no debe ser mirada como un hecho trágico del pasado, sino como el testimonio latente de una historia “viva”, colmada de valiosas enseñanzas y lecciones para la actual y las futuras generaciones, acerca de la necesidad de romper el silencio y contrarrestar el antisemitismo, la intolerancia, el prejuicio, el odio y la discriminación.
Cree Bokova que la educación sigue siendo el último bastión que protege al mundo de nuevas amenazas y es en ese ámbito donde la misión de la UNESCO alcanza su máximo significado.
Cofavic, por su parte, tiene dentro de su misión institucional la promoción y el fortalecimiento del respeto de los derechos humanos como una forma de contribuir a la consolidación de la democracia, mediante la lucha contra la impunidad, la educación, la investigación y la difusión del Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
A lo largo de su historia, Cofavic ha desarrollado programas especializados en materia de educación de derechos humanos con comunidades, jóvenes y funcionarios públicos, para contribuir al fortalecimiento de las instituciones y promover la exigibilidad de derechos humanos entre la población.
[1] Mensaje de la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, con motivo del Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto
[2] Ibíd.